Sinergias educativas, E, 2021
1. Introducción
Durante años la cultura alimentaria se centró en base del aprendizaje cultural, en cambio la
educación nutricional en el individuo estuvo basado en la aplicación del conocimiento
saludable en relación a la cultura que cada grupo social desarrolla. A nivel mundial las
organizaciones se encuentran preocupadas en plantear soluciones que favorezcan a garantizar
una alimentación adecuadamente balanceada con nutrientes para el desarrollo de la persona
permitiendo una buena calidad de vida, estableciéndolo como un medio de prevención ante
las enfermedades, por ello se busca en forma incansable solucionar la problemática
nutricional.
En países desarrollados y en vías de desarrollo es preocupante la elevada prevalencia de
enfermedades crónicas que se convierten finalmente en las principales causas de muerte,
como resultado significativo de los factores de riesgo de las enfermedades que se hallan
relacionados a los hábitos de alimentación, entre otros el bajo consumo de fibra y un elevado
consumo de grasas saturadas de animales, café o bebidas alcohólicas agravándose por el
sedentarismo. Es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2018) menciona en una
conferencia que el estado nutricional y la seguridad alimentaria debe ser controlada y mostrar
una disminución en la desnutrición en países con poblaciones de hambre para el 2030.
Así mismo Romero, Sánchez y Sandoval (2018), en su artículo publicado señaló que; no
existe suficientes debates que hablen o discuten sobre el estado nutricional de la población
escolar, esta deficiencia no permite identificar la realidad actual para plantear soluciones
efectivas en los centros educativos. Para Alor (2018), la calidad de vida del estudiante está
enmarcada en la organización de la vida de los padres en sus hogares, donde no solo necesita
de los padres, sino que asimilan lo de los padres.
En América Latina y el Caribe existen tres grandes patrones de consumo alimentario que han
sido modificados por la transnacionalización de la agricultura sucedida en el siglo XX, y que,
con la globalización ha tomado mayor vigencia. Sin embargo, las deficiencias de las políticas
agrarias y las distorsiones en el consumo de alimentos han provocado un perjuicio serio a la
seguridad alimentaria de la región. En el Perú, el Ministerio de Salud (2020), reportó que la
población de niños afectados llega en Puno al 67,7%, en Pasco al 58,7%, en Loreto al 57,4%
y en Junín a 57%, mientras que en Lima representa el 35,3%, lo que demuestra mayor
incidencia en zonas rurales (50%) respecto a las urbanas (40%).
El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) (2020) a través de la Encuesta
Nacional Demográfica y de Salud Familiar (ENDES), dio a conocer un incremento de 1,2%
en el sobrepeso en adolescentes mayores de 15 años, siendo el 37,5% hombres y el 31,1%
mujeres. Respecto a la obesidad en los últimos cuatro años se incrementó en 4,2% con lo que
se vio afectada el 22,7% de la población mayor de 15 años. Ambos problemas han
incrementado la probabilidad de trastornos cardiovasculares, en el 63,5% de peruanos que
pertenecen al mismo de estudio en riesgo “muy alto” y “alto”.
Para Fonseca ét al. (2020), el mal estado de salud nutricional en esencia deriva en la aparición
de enfermedades metabólicas cuyo elevado costo de atención a obligado al replanteamiento
de las políticas de salud en muchos países, redirigiéndolas a desarrollar acciones preventivas
con miras a lograr un estado de salud colectivo, emergiendo como principal herramienta la
educación para la salud y a través de la cual se busca fomentar una alimentación sana y
equilibrada, la higiene de las viviendas, incentivar la práctica de la actividad física.